15 feb 2008

De la Juventud

La vitalidad y los sueños de la juventud son los forjadores de importantes cambios en cualquier lugar del mundo y la historia de la humanidad está llena de narraciones sorprendentes sobre ello. Colombia no ha sido la excepción y por eso aquí hablaremos de un significativo legado que otros jóvenes dejaron a generaciones futuras pese a la falta de oportunidades y a la soledad en su propia patria

ASOPRICOR: UN LEGADO A LAS NUEVAS GENERACIONES PARA TRABAJAR EN PRO DE LA COMUNIDAD

Por: Yaneth Valero, socióloga

ASOPRICOR (Asociación para la Promoción ­Integral de Comunidades rurales) es una asociación sin ánimo de lucro que desarrolla su trabajo de promoción de comunidades rurales en los municipios de Tocaima, Jerusalén, Agua de Dios, Viotá, La Mesa. Municipios que pertenecen a las regiones del Alto Magdalena y Tequendama en el departamento de Cundinamarca.

La historia de Asopricor, se remonta a 1978 cuando en respuesta a grandes problemáticas que aquejaban a la región del Alto Magdalena, diferentes jóvenes se unieron al proyecto PRICOR (Promoción integral de Comunidades Rurales) impulsado por sacerdotes como Antonio Bonanomi y Salvador Mura entre otros, miembros de los Misioneros de La Consolata.

Este proceso logró convocar un gran número de jóvenes que se empiezan a cuestionar por los problemas de su región y a impulsar la organización comunitaria como alternativa y búsqueda de soluciones a estos inconvenientes. Este trabajo conjunto ente la Iglesia (Instituto de La Consolata) y los jóvenes de diferentes municipios se desarrolló por casi cinco años y consistía principalmente en la formación no de líderes sino de animadores comunitarios para que alentaran a la comunidad a trabajar por su bien común.

Cinco años más tarde, se produce una ruptura con la Iglesia. La salida de los párrocos de la Consolata de estos municipios y las diferencias con los nuevos sacerdotes diocesanos, quienes no comprendieron la importancia del proyecto, generó diferentes inconvenientes que finalmente llevaron a la ruptura entre la Iglesia y este grupo juvenil que se había gestado.

No obstante estos hechos, algunos de estos jóvenes de diferentes municipios de las regiones de Alto Magdalena y Tequendama, se conformaron como asociación logrando su personería jurídica en los primeros años de los ochenta. Desde entonces Pricor se convierte en Asopricor, conservando mucho de lo que los caracterizaba como Pricor: su creencia cristiana y el compromiso de seguir trabajando por sus comunidades.

Continuaron con los diferentes procesos sociales, comunitarios y económicos encaminados al fortalecimiento de comunidades en aspectos como unidad, creación de proyectos productivos no lucrativos y de servicio a la comunidad, donde la comunidad pueda comercializar y encontrar los productos que necesite para suplir sus necesidades alimenticias básicas.

Asopricor también desarrolló procesos de alfabetización en varias de las veredas, la organización de fiestas del campesino, encuentros regionales comunitarios de las regiones de Alto Magdalena y Tequendama, desde donde se impulsan actividades como mercados campesinos, foros de discusión, campañas por la paz, campañas en defensa de la vida y el ambiente entre otros. Actividades que han venido desarrollando por más de 25 años y cuyo principal objetivo es fundamentalmente brindar un buen servicio a las comunidades.

El trabajo de los socios de Asopricor tiene reconocimiento por parte de diversas comunidades de diferentes municipios, de las regiones del Alto Magdalena y Tequendama.

Heredando su legado

Asopricor ha sido consciente de la importancia de heredar su legado a otras generaciones para que su trabajo sea prolongado y re-proyectado hacia el futuro. De esta forma, a partir de 1991 ha propiciado el encuentro de los hijos de los socios una o dos veces por año para que tengan un espacio de reconocimiento, pero también para que conozcan acerca de Asopricor, sus expectativas y sus metas y de esta forma prolongar el sueño que se ha forjado desde treinta años atrás.

En estos encuentros los niños y los jóvenes, hijos de socios, han tenido la oportunidad de participar de talleres de economía solidaria, artes plásticas, artes escénicas, contabilidad, geografía entre otras. También han podido conocer otros procesos comunitarios en diversas regiones del país entre los que se destaca el proyecto indígena Nasa en el norte del Cauca con el que existe una enorme cercanía.

No obstante este esfuerzo, muchos de los jóvenes han tenido que salir de estas regiones en busca de mejores oportunidades laborales y educativas, lo que ha dificultado al proyecto incluir a sus nuevas generaciones en el trabajo de Asopricor.

Sin embargo, perseveramos en este objetivo. Actualmente Asopricor se ha propuesto incluir jóvenes de diferentes municipios de las regiones del Alto Magdalena y Tequendama para sembrar en ellos el espíritu del amor y del compromiso por la comunidad que hace treinta años fue creada para ellos y que les ha permitido continuar juntos con el firme propósito de trabajar por sus comunidades, a pesar de las muchas adversidades que se les han presentado.

El reto actual es convocar a muchos jóvenes para poder construir un movimiento juvenil que comparta un sueño colectivo en busca de un mejor mañana para nuestras comunidades y regiones. Sabemos que somos los jóvenes quienes debemos retomar esta bandera, este legado de nuestros padres y abuelos, es el compromiso generacional, el futuro que debemos edificar para quienes vendrán después.

UNA EXPERIENCIA QUE HA DEJADO HUELLA

Por: Salvador Mura, IMC

Tocaima 1979. Llegamos de Italia los cinco integrantes del equipo misionero para empezar una nueva experiencia en la diócesis de Girardot junto con otras nueve parroquias que conformaban la zona: el proyecto pastoral se llamaba PRICOR (Promoción Integral en Comunidades Rurales). Había empezado antes que nosotros llegáramos con la misión de ir vereda por vereda y conformar así un grupo de animadores para la comunidad, quienes se preocuparían, además de la evangelización, del proceso material de las comunidades veredales, de acuerdo a las recomendaciones de los Obispos de América del Norte quienes financiaban el proyecto.

Llegamos una tarde, cuando estaban reunidos los representantes de los pueblos y veredas de Tocaima, Jerusalén, Guataquí y Nariño, parroquias confiadas a los misioneros de la Consolata desde hacía 30 años. El equipo de sacerdotes, religiosas y laicos dejamos las maletas en un rincón y nos sentamos para oír y conocer mejor PRICOR y sus proyecciones. Con el tiempo nos dimos cuenta de la necesidad de darle un sentido eminentemente evangelizador. Un pueblo evangelizado será el que decide lo que hay que hacer en la comunidad y no lo que les es impuesto desde afuera.

Así el proyecto PRICOR tomó un rumbo propio y eso dio lugar al verdadero progreso integral de cada uno de los pueblos y veredas. Nos preocupamos sobretodo de la formación de los animadores de las veredas (60 en todas las parroquias de Tocaima). El padre Antonio Bonanomi quedó encargado de la juventud y en particular de los animadores que pronto llegaron a superar los 300 con quienes se realizaban encuentros mensuales, convivencias y asesorías por parte de los padres de cada una de las parroquias.

Siguiendo una experiencia conocida por el padre Antonio y Vicente en Choruteca (Honduras) se formaron los animadores de las diversas veredas para dar respuesta a las necesidades así: delegados de la Palabra, animadores de la Liturgia, del deporte, de la cultura, servicio a los enfermos, a los pobres, catequistas de los niños de primera comunión, confirmación, preparación de padres y padrinos de los bautizados.

Estos a su vez se organizaron para cubrir necesidades materiales como la construcción de carreteras para unir las veredas de los municipios, puentes, escuelas, puestos de salud, capillas, etc. De esta manera se creció tan rápido y fue tan provechoso para las comunidades que se superó las expectativas.

Los animadores se distribuían para ayudar a los padres en Tocaima, Jerusalén, Guataquí y Nariño pues ellos estaban al servicio de la comunidad de tiempo completo para organizarlas continuamente.

Los jóvenes por su parte, se organizaron para construir canchas deportivas incluso en las montañas, con campeonatos inter veredales y trabajos comunitarios.

Y aunque se construyeron 37 kilómetros de carretera a pica y pala, y puentes para superar las dificultades del terreno, sobretodo se formó entre jóvenes y adultos verdaderas comunidades de vida Cristiana. Se veía a menudo a los servidores de los enfermos correr hasta los hospitales del pueblo con pacientes en camillas improvisadas para que los viera un médico. Otro ejemplo maravilloso fue durante la sequía de 1980, que duró año y medio; la hambruna fue espantosa pero los campesinos de las veredas de las montañas ayudaron a mitigarla enviando yuca, plátano, papas y otros productos del campo; se unió el municipio de Viotá y otra parroquia del proyecto que enviaron camionetas cargadas de víveres.

¿Qué quedó de todo esto?

Nosotros los Misioneros de La Consolata, dejamos la pastoral y el pueblo al clero diocesano hace más de 20 años, pero un grupo de familias de los antiguos animadores, que se formaron en esta comunidad cristiana campesina, viven y trabajan comunitariamente siguiendo las enseñanzas del Evangelio. Todo esto me hace feliz pues el esfuerzo de tanto tiempo no ha sido en vano y se produjo el fruto esperado: una nueva manera de vivir en comunidad, la luz de la fe, recibida en el bautismo.

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