15 feb 2008

De la Iglesia

“Cuando seáis muchas, iréis también a América”: ¡Su predicción se cumplió!


Por: Sr. Fede Canale, Misionera de la Consolata.

Algunas notas son tomadas del libro “50 años en la

ruta de una profecía” de Brunalda Bonardo.

No podemos hablar de los humildes inicios de la presencia de las Misioneras de la Consolata en Colombia en el 50, sin volver los ojos y el corazón hacia el Beato José Allamano, quien con visión profética y pasión apostólica universal había previsto nuestra futura inserción en América Latina. En una conferencia el 12 de Diciembre de 1917, llenó de estupor a sus hijas misioneras diciéndoles: “Cuando seáis muchas, iréis también a América; fundaréis colegios, pero siempre con el deseo de evangelizar”. ¡Su predicción se cumplió!

Como consecuencia de la segunda guerra mundial y expulsadas de Etiopía (1941- 1942), las Misioneras, reunidas en Italia, esperanzadas en poder llegar a otras tierras africanas, cambiaron de ruta, dirigiéndose a otra orilla, a otras gentes. Y así fue como también llegaron a Colombia el 19 de enero de 1950. Fue el Padre Antonio María Torasso, primer Superior de los Misioneros de la Consolata en Colombia, llegados en el 1947, quien presentó a Monseñor Perdomo la petición para el ingreso de las Misioneras a Colombia.

Después de una conmovedora ceremonia del mandato misionero en Italia, un grupo de ocho Misioneras participan de esta; dos de ellas, la Hermana Flavia Boeri, designada superiora del grupo y la Hermana Colomba Banal, habían tenido una buena experiencia misionera en África habiendo trabajado en Somalia y Etiopía respectivamente. La hermana Banal, durante la audiencia, se acercó a besar la mano del Papa y le susurró: “Santidad, una bendición…vamos para Colombia”. Pio XII exclamó: “¿Van a Colombia? Hay mucho trabajo para hacer allá”.

Las restantes hermanas eran Sr. Concetta Comi, Sr. Dorina Lonati, Sr. Riccarda Gallo, Sr. Piera Golinelli, Sr. Ippólita Poma y Sr. Coltura Russo.

Así, con el corazón inundado de alegría mezclada con aquel sentimiento de melancolía, las ocho intrépidas misioneras partieron para su destino: Colombia. Con ellas venía también por primera vez el Padre Lino Fox, Misionero de la Consolata. El Padre Antonio Torasso, regresaba feliz de Italia y, era él quien acompañaba este grupo de jóvenes apóstoles.

Así lo refleja la Crónica de viaje escrita por sr. Flavia y sr. Riccarda:

“…Nos encontramos en Barranquilla. Finalmente pisamos suelo colombiano. Cuántos sentimientos y amor en lo íntimo de nuestro ser.

…Estamos de nuevo en el aeropuerto, esta vez para salir hacia el corazón de Colombia.

Dentro de pocos minutos estaremos en Bogotá, nuestra misión, la porción de tierra que el Señor nos confía. Nos sentimos emocionadas y felices, con grandes expectativas por lo nuevo de todo…y con gran coraje misionero.

Aterriza el avión e inmediatamente notamos la presencia de los Misioneros de la Consolata venidos a recibir a su superior y a nosotras sus hermanas. Se cruzan saludos, augurios y alabanzas a Dios.

…Finalmente aparece una inmensa muchedumbre; el vehículo para y bajamos, precisamente en medio de la gente que nos aplaude y que se acerca para saludarnos. Son las personas que amamos antes de conocerlas y por las cuales hemos venido. Aplausos, cantos, apretón de manos, augurios, voladores, son el vocerío de Bienvenida.

Ahora descubrimos la capillita que desde la llegada de los Misioneros está dedicada a la Virgen Consolata. Entramos en la capilla y contemplando la imagen de nuestra dulce Madre Consolata, nuestros ojos se llenan de lágrimas, ella nos ha precedido para podernos acoger hoy. Se canta el TE DEUM en acción de gracias.

A unos 150 metros de distancia está nuestra hermosa casita ya lista; hay que verla instintivamente, nos arrodillamos para besar la tierra, agradecer a Dios y demostrar nuestro afecto a esta nuestra nueva patria que estimamos y por la cual queremos trabajar”.

Las ocho hermanas Misioneras iniciaron su labor apostólica en este Barrio El Vergel; en poco tiempo las Misioneras empezaron su actividad con un colegio de primaria mixto en los primeros grados, alfabetización nocturna para adultos, centro de salud, visitas a las familias, catequesis, canto litúrgico etc. Una de las opciones prioritarias al inicio fue la educación de la niñez y de la juventud, para favorecer el desarrollo integral de la persona y garantizar para estos un porvenir seguro y digno.

El Colegio Hermanas Misioneras de la Consolata, se inició el 6 de marzo de 1950 con 90 alumnos. Este creció rápidamente y fue aprobado el 23 de junio de 1952. La primera directora del plantel fue la Hermana Riccarda Gallo, quien aún vive y goza de sus 90 años de edad, ricos de experiencia y sabiduría.

La Hermana Colomba Banal, goza de salud, plena lucidez mental y desbordante celo apostólico a sus 100 años que cumplirá, Dios mediante, en el mes de junio del presente año. Ambas se encuentran en Colombia en la casa de las Hermanas Mayores en Bogotá donde dedican sus energías a la oración y a estar presentes con su espíritu en cada lugar de misión en Colombia y en el mundo.

Las 6 restantes ya gozan de la gloria y la corona de los apóstoles.

En Colombia las Misioneras hicieron historia dejando huellas misioneras en Puerto Salgar (Cundinamarca), Caldas, Caquetá, Antioquia, el Meta, la Costa, el Putumayo, etcétera.

La evangelización ha sido siempre la pasión de cada misionera especialmente en las zonas más aisladas y de riesgo.

Jóvenes colombianas han dado su “sí” al llamado urgente de Jesús de anunciarlo en todo el mundo, buen número de ellas se realizan actualmente en la misión Ad Gentes en varios continentes.

Las Misioneras de la Consolata hemos iniciado el trienio de preparación para celebrar el Primer Centenario de Fundación: 1910- 2010. Que sea esta la oportunidad para invitar a toda Colombia a acompañarnos en este evento de gracia y al mismo tiempo para decirles a todas las jóvenes y los jóvenes que Cristo los espera, que no tengan miedo de seguirlo en la maravillosa aventura de la vida Misionera.

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