15 feb 2008

EDITORIAL

El proceso de evangelización, un proceso de esfuerzo y tesón

Por: Carlos Olarte I.m.c

A todos nuestros lectores les podrá parecer raro que este número trate sobre el tema de “los colonos”; pues, cuando muchos se han empeñado en hacer de este tema algo del pasado ya superado. Por el contrario, para nosotros nos ha parecido de gran importancia, dado que, es una realidad actual que se está vivenciando.

Al hablar de la historia de los colonos -su pasado, presente y futuro- es hablar también de un trabajo de padres hermanas misioneros, que llegan a lugares inhóspitos de la geografía colombiana.

La historia de los colonos nos muestra que estos huían de la violencia, a lugares inexplorados de la geografía nacional como, la región amazónica. En la Amazonía, estos visualizaban un pedacito de tierra para asentarse con sus familias. No obstante, la falta de oportunidades y una verdadera política pública con relación a la colonización de la Amazonía, involucró la ayuda de los misioneros, con el fin de formar poblaciones o caseríos con infraestructura física, religiosa, educativa, etc.

Los colonos, con ayuda de los misioneros, abrieron trechos de carreteras polvorosas, casuchas armadas, con madera proporcionada por la selva, hoy en día, esas casuchas, son grandes centros urbanos del territorio Colombiano. Sin embargo, la misión de los misioneros fue el de formar familia, comunidad, o sea, el de Iglesia.

En este tiempo cambiante y acelerado de los acontecimientos sociales del país y del mundo, los Misioneros de La Consolata han logrado, a lo largo de estos sesenta años, estar al frente y acompañar a muchas comunidades en Colombia. Desde nuestros primeros años de presencia en Colombia los retos siempre han estado como, el proceso de evangelización, un proceso de esfuerzo y tesón, por parte de los misioneros y misioneras que han dado y darán todo de si para que el proyecto del Reino de Dios sea una realidad.

Este número de Dimensión Misionera quiere ser una muestra de gratitud a cada misionero y misionera, que desde un principio han estado presentes en nuestras vidas y los pueblos. En estás líneas de reconocimiento se exponen las diferentes realidades y vivencias de ellos en Colombia.

A propósito de gratitud, en nombre de todos los directivos y lectores de Dimensión Misionera quiero darle las gracias al padre Orlando Hoyos, que por más de cuatro años prestó sus servicios como director de esta revista y a quien se le debe el importante giro periodístico y de pastoral que fue tomando. Por eso, esperamos contar con su “ojo crítico“ y le acompañamos en su nuevo servicio que es de gran relevancia para las nuevas vocaciones de la Consolata, que son un desafío en estos 60 años de presencia en Colombia.

De lo Social

LA COLONIZACIÒN UN MAL DE 516 AÑOS Y …
…RAÌZ DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA

Sólo de la mano de la historia podemos desenmarañar los orígenes de los conflictos, nada se manifiesta por azar, todo tiene una evolución o unas causas. La violencia en Colombia y sus diversas manifestaciones, no es porque haya “personas malas o buenas”, es que nuestro país ha tenido una historia bastante compleja, conocida por unos pocos y desconocida para la mayoría, se cuenta a medias, se analiza muy poco y es silenciada por conveniencias. Dimensión Misionera se remite al pasado para analizar la colonización y sus repercusiones que hasta hoy deja innumerables desplazados, buen número de muertos, pobreza y enriquecimiento para algunos. Por eso visitamos a Héctor Mondragón un gran conocedor del tema que como economista y asesor de movimientos campesinos e indígenas ha vivido cerca el sufrimiento de esta población colombiana

Por: Alba Rocío Báez

Son las 10 y 30 de la mañana, y Héctor Mondragón ha abierto las puertas de su casa a la revista Dimensión Misionera; recién llega al país pero desea compartir con todos los lectores su amplio conocimiento de la colonización en Colombia.

El diálogo se prolonga por más de una hora y salen a flote un mundo de análisis sobre la realidad y la crudeza del conflicto nacional. Mientras tanto pienso que ha sido pertinente la elección de este personaje para un tema tan olvidado y poco conocido para quienes hemos nacido en la ciudad, y Mondragón que ha estado cerca de colonos e indígenas puede contarlo.

También recordaba, que hace más de un año había elaborado una investigación para esta revista sobre la urgente necesidad de una reforma agraria que no se hacía desde 1936 para darle salidas a esta violencia rural. Sin embargo con el tiempo, apareció el Tratado de Libre Comercio –TLC-, la legislación sobre el agua, los bosques, la fumigación de parques naturales, la extinción de dominio, entre otros, que no alivian el problema sino que lo empeoran, ¿y una verdadera reforma agraria? Por ningún lado.

Y Héctor Mondragón tocaba el tema haciendo un amplio recorrido en la historia nacional; sus conceptos tan claros y elocuentes nos llevan a pensar que la paz de Colombia sólo está cuando volvamos a valorar el campo y su gente, cuando con justicia social y económica sus pobladores reciban lo que les pertenece.

La charla inicia cuando le pregunto a este economista:

-¿Podemos decir que la colonización en las décadas del 50 y el 60, es la misma de hoy?

Entonces iniciamos un apasionante viaje por la historia de Colombia, en la que usted lector(a) encontrará importantes respuestas.

Y él con toda certeza responde:

“Yo creo que sí, que hay una continuidad en la historia de la colonización en Colombia que viene desde la conquista española y la colonia, una vez que se asientan los conquistadores y empiezan los españoles a despojar a los indígenas de sus tierras agrícolas”.

“Recordemos que por un aparte se venía de una situación de gente pobre de España y por otra, nacía el mestizaje que fue creando un proceso bastante asimétrico en el cual parte de la migración conquistadora fue masculina, y está hoy demostrado por la genética, que más del 80 por ciento de los colombianos aunque vienen de esos primeros conquistadores españoles no vienen de una mujer española sino de una indígena. Entonces toda esa población mestiza que viene surgiendo con este proceso va generando en la población campesina un nuevo estatus, porque en algunas ocasiones recibían tierras del rey y a veces las obtenían de manera espontánea. Así mismo se iba penetrando en nuevos territorios indígenas pero ya no en tierras mejores para la agricultura y más alejadas donde se tumba la selva”.

“Este es un proceso que tiene varias oleadas y que en mucha parte se produce al servicio de las haciendas. Existía el sistema que después se denominó el colonato en el cual personas con dinero contrataban campesinos pobres para que tumbaran la selva, abrieran una finca y establecieran allí cultivos; luego esa misma persona que había abierto la finca tenía que abandonarla por el contrato que había hecho. Este sistema se establece en el país –colonato- en la época independiente y de esa forma la frontera agrícola se fue corriendo una y otra vez. Esta es en gran parte la historia nacional, que es silenciada, in visibilizada y que no se conoce por muchas personas, es una parte esencial y abre a Colombia”.

- Ahora Héctor avanza y comenta sobre otro hecho:

- “Un episodio más reciente de este proceso es la colonización para el café; un nuevo impulso colonizador que se hace fundamentalmente en Antioquia y en el viejo Caldas, que llega inclusive a zonas del norte del Valle, Tolima y también en Cundinamarca en el que se produce todo un conflicto de tierras; allí vemos que este proceso de colonización vive en constante conflicto entre la hacienda que trata de extenderse, no sólo por el hacendado colonial sino ahora el nuevo hacendado de origen republicano, y su posición política a través de los partidos en las guerras civiles”.

- ¿Y entonces cómo funcionó ese poder político para la tenencia de la tierra?

- “También es un fenómeno muy ligado a la apropiación de la tierra, la fabricación de escrituras en las notarías valiéndose del poder político; todo este proceso que tiene un contenido legal también tiene su parte violenta, de hecho el enfrentamiento más grande se da entre ese colono que empieza a querer tener sus tierras porque no va a seguir en el proceso indefinido de tumbar la selva, y el hacendado que busca quedarse con esa tierra por diferentes medios, ya sea con contratos en notarías o por una acción violenta para obligar al colono a irse. Eso produce las grandes luchas por la tierra a principios del siglo 20 que en buena parte fue la pelea de los colonos por defender su tierra -la tierra para el que la trabaja-“.

“Toda esa lucha contra la escritura fabricada logra una sentencia de la Corte Suprema de Justicia que decía que para probar que alguien era propietario de la tierra tenía que demostrar un título original del Estado. Entonces los dueños de esas escrituras amenazan con que van ha hacer una guerra civil y para evitarla se llega al acuerdo que sean sobre aquellas escrituras registradas antes de 1917 se aceptan y en adelante no se aceptarán como forma de apropiación de la tierra. Esto es una especie de tratado de paz y fue roto con la violencia del 46 al 58; sin embargo la norma siguió vigente hasta el año pasado porque volvieron a ser permitidas las escrituras fabricadas”.

“Esa lucha histórica de los colonos -la ley 200 del 36, que todavía está presente en nuestra constitución actual - también refleja la función social de la propiedad, pues la propiedad tiene un derecho al uso y no al abuso, pero hoy fue modificada de una manera atroz con la extinción de dominio -ley 1152 de 2007-“.

“Esta ley igualmente le dio una opción al colono pues decía que si alguien tenía más de 300 hectáreas y no las usaba para la agricultura y la ganadería perdía la propiedad, y como los campesinos llegaban ahí, se establecían, trabajaban los predios 50 ó más años y de pronto aparecía el que tenía el título a reclamar tierras ya organizadas pues se le tituló la tierra a quien si la había ejercido”.

Pensaba mientras Héctor proseguía, que Colombia sigue siendo peregrina y que lo seguirá siendo mientras la colonización se expanda selva adentro: abriendo trocha por la fumigación de la coca, la presión de los grupos armados y sus intereses por la apropiación de la tierra, y el hambre.

“Pero con la violencia del 48 al 58 se recrudece el fenómeno de la concentración de la propiedad, dejando 200 mil personas asesinadas, dos millones de campesinos desplazados, que comparativamente con los de hoy son más porque aunque tenemos más de tres millones y medio somos 44 millones de personas”.

“Aquí se genera una nueva ola de colonización ya que este despojo provoca un alud de colonos, que llegan a varias partes del país pero el mayor número fue la Orinoquía y otra parte se fue a las ciudades, es decir, que el fenómeno de desplazamiento forzado en Colombia es también campo–campo”.

La horrorosa marcha de colombianos desde su sitio de origen hasta lugares ajenos en desplazamiento forzado, no es de hoy, esta desconsoladora realidad ha echado profundas raíces que deben extirparse en profundidad, porque la deuda histórica es grande con ascendientes y descendientes colonizadores.

“Se combinan dos fenómenos para generar el desplazamiento: por una lado la falta de tierra que siempre ha sido el motor del colono pero por otro, la violencia que empuja a una colonización forzada; la mayoría de estas colonizaciones son espontáneas pero como aparece el fenómeno de la guerrilla se dan casos de colonizaciones donde la gente va armada. Es el caso de la columna de marcha que fue desde el Sumapaz y el oriente del Tolima a partir del año 54, y que se llamó la colonización de lo que es El Pato y El Guayabero; esos fueron colonos expulsados pero que no iban solos, digámoslo así, iban con gente armada que enfrentaba a su vez al sector oficial que los había desplazado de estas regiones. Esta es una característica que empieza aparecer en los años 50: la colonización con grupos armados que en un principio eran liberales pero también fue comunista en un determinado momento después del 54”.

“Vemos un fenómeno que hoy es característico en varias de las colonizaciones del país y es que se inicia una correlación entre el fenómeno de la colonización y el de la guerrilla; esas colonizaciones logran ciertos tratados de paz y pareciera que se hubieran logrado después del 59”.

Pero la historia del país no termina aquí, la colonización permanece viva: unas veces dirigida y otra espontánea. Hoy el narcotráfico le pone un nuevo tinte, así como la apropiación de la tierra productiva que está en manos de grupos al margen de la ley. Lastimosamente las páginas se quedan cortas para esta narración y les quedamos debiendo a nuestros lectores, así como a Héctor Mondragón que tiene muchas cosas más que contar.

Hasta aquí llegamos y ¿será que la colonización permanecerá en el futuro?; ¿Qué puede pasar después del fenómeno post FARC, post ELN, post narcotráfico, post para militarismo, post Plan Colombia y post Plan Patriota?

Se conmemoran 50 años de una de las primeras instituciones educativas del Caquetá: el Migani

El Colegio Migani, institución fundada por los Misioneros de La Consolata en 1958 en Florencia –Caquetá-, celebró sus 50 años el mes de noviembre del año anterior. Esta es muestra de una de las tantas labores sociales que debieron hacer estos misioneros a su llegada a estos territorios que muchos años después fueron declarados departamentos.

El nombre de la Institución se debe al sacerdote Juan Migani, uno de los primeros misioneros de La Consolata que llegó al Caquetá para perpetuar su memoria pues acompañó con todo su corazón a una población olvidada por el resto del país.

Este colegio parroquial se inició en uno de los locales anexos a la casa cural de los padres, gracias al dinamismo del profesor Falla, y empujado por el p. José Ravera para luego estructurarse en grande en el sitio que se halla actualmente.

A esta conmemoración asistieron importantes personalidades pero bien vale la pena publicar apartes del discurso del Decano de la Facultad de Educación de la Universidad del Amazonía, Silvio Muñoz Cuéllar en el que se revela la gran labor prestada por La Consolata en esta zona del país.

La historia del colegio Migani está ligada a la historia de la educación Caqueteña y por consiguiente a la de la Universidad de la Amazonía que como institución independiente de Educación Superior cumplió 25 años que acabamos de celebrar la semana pasada; aunque como proceso histórico de gestación de la Universidad inicio en 1971 con el Instituto Universitario Surcolombiano –ITUSCO-“.

“Coincidencialmente nuestras dos instituciones al igual que la mayoría de centros educativos en el Caquetá, fueron gestadas y Iideradas por los misioneros de la Consolata. De éstos últimos merecen destacarse los obispos Antonio María Torasso, Ángel Cuniberti y José Luís Serna Alzate. Todos ellos cumplieron y han cumplido como jefes de la Iglesia Católica en nuestra región invaluables servicios en la evangelización, la educación, la salud y en los diversos problemas sociales que ha padecido la sociedad caqueteña”.

“Por el Colegio Migani han pasado importantes personalidades que hoy prestan sus servicios a la comunidad en diferentes campos: Juan Carlos Claros Pinzón gobernador del Caquetá, Fernando Almario Rojas, representante a la cámara, Leonidas Rico Martínez, ex secretario de educación departamental, diputado y catedrático universitario, Guillermo León González, gerente impresos Panamericanos, Julián Alberto Rojas Rivera, deportista olímpico, Carlos Eduardo Vargas Silva, que presta sus servicios sacerdotales en la Iglesia en Atlanta Estados Unidos, entre otros”.

“En consecuencia el mejor homenaje que le podemos hacer a las comunidades y personas que como Monseñor Ángel Cuniberti y el Padre Juan Bautista Migani gestaron las mejores Instituciones de Educación en el Caquetá, es continuar su legado haciendo el bien, trabajando con decisión por una educación más incluyente, de mayor calidad desde el preescolar hasta la universidad y así poder contribuir a forjar una sociedad más igualitaria, menos violenta, en donde las futuras generaciones puedan disfrutar de la convivencia”.

De las culturas


LAS COLONIZACIONES: HACIENDO MEMORIA

Dimensión Misionera acostumbra en esta sección a publicar los mitos de las culturas colombianas pero en esta ocasión hablaremos de cómo es y cómo se formó la cultura de los colonos: una población ubicada en nuestras selvas, que abandonada, se hizo beneficiaria de la consolación de los Misioneros de La Consolata a partir de 1951


Por: Gaetano Mazzoleni; antropólogo, IMC


El desplazamiento por la acción del paramilitarismo, de la guerrilla, del narcotráfico o de los monocultivos se ha transformado en el tema del día y obligatorio, pero esta no es una historia nueva en Colombia; es que demasiadas veces los colombianos nos olvidamos o desconocemos nuestra historia.

Al hablar de la presencia de los Misioneros de la Consolata en el Caquetá y Putumayo a partir de 1951, es obligatorio hacerlo sobre otro tipo de desplazamiento el de la “colonización”.

Por colonización en Colombia se entiende el proceso de la ocupación de tierras consideradas baldías con la finalidad de aprovecharlas y establecerse en ellas definitivamente. Este fenómeno ha implicado una migración interna, un desplazamiento de masas de personas hacia un territorio, por lo general desconocido, para establecerse con sus familias portando consigo sus usos y costumbres.

Los Departamentos del Caquetá y del Putumayo podrían considerarse como el resultado de personas desplazadas de otros departamentos (Huila, Tolima, Antioquia, Caldas, Valle, Quindío, Cundinamarca, Boyacá, Nariño) que interactuaron con un medio geográfico hostil y desconocido: el amazónico. Dicho territorio debía ser conquistado o sometido en un proceso de adaptación biológica, económica, social y cultural, y no invasivo. De esta interrelación y de las formas de producción posibles surge la realidad sociocultural del colono y su estilo de vida.

Una verdadera colcha de retazos culturales

El colono en los años de 1950 – 70 proveniente de varias regiones del país, percibía el territorio del Caquetá y del Putumayo como una novedad, una frontera, una zona de refugio. Eran peregrinos sin tierra, sin trabajo. Llegaron con un hacha, un machete, una escopeta de fisto, un perro y detrás, su compañera asustada y, frecuentemente, con un rosario de hijos.

La frontera geográfica era la selva: esa tierra inhóspita de clima malsano, caliente y húmedo, de largas distancias, aislamiento y dispersión. "Se lo tragó la manigua" era una expresión corriente. La manigua: entre mito y leyenda, entre realidad y fantasía. Las grandes distancias y el aislamiento determinaban las categorías de tiempo y de espacio: todo se medía por días/horas a caballo, por días/horas en bote a motor.

El colono se encontraba con la necesidad de fundar un pueblo, tener una tienda donde poder comprar sal y petróleo para alumbrar. Donde llegaba éste todo estaba por hacer: caminos, carreteras, escuelas, puestos de salud, agua, luz... “todo”. Percibía el territorio también como una frontera humana caracterizada por la presencia de los pueblos indígenas Coreguajes, Uitotos, Sionas, Cofanes...

Es por eso que, la vida social de la vereda, conformada por casas esparcidas y distanciadas entre sí, ha sido reformulada con repercusiones frecuentemente negativas en las relaciones familiares, así como con el vecino generalmente desconocido, proveniente de otro departamento, con usos y costumbres diferentes, lenguaje diferente trabándose relaciones de desconfianza.

El colono detrás de un sueño. En busca de....

La provisionalidad ha sido una de los aspectos que lo ha caracterizado: casas dispersas que gradualmente se conformaban en veredas o caseríos, que surgían alrededor de una escuela, de una “fonda” o de una tienda, prometedoras al comienzo y que imprevisiblemente decaían y desaparecían. Todo era provisional pues esperaban que el Estado y el Gobierno de turno hicieran presencia para proporcionarles los servicios básicos y así lograr una aceptable calidad de vida.

El colono llevaba consigo la imagen del modelo rural de entonces: el campesino minifundista que pertenecía a una vereda formada por casas vecinas cuyos integrantes eran generalmente familiares entre si. En la nueva ocupación del territorio estos modelos entraron en crisis y tuvieron que ser reformulados.

La tierra no era ya la tierra del modelo andino sino de otro tipo: era una superficie cubierta de selva que debía ser vencida derribándola; la contextura misma del terreno resultó diferente, no ya la tierra cafetera de Antioquia, Caldas, Quindío, o el Valle, era tierra gredosa, ácida que no se podía picar con el azadón o con el arado y hasta el ritmo de las lluvias, tan importante para la agricultura de aquel tiempo, era diferente; se vivía en grandes períodos de lluvia y en períodos secos. El colono experimentó en su propia piel lo que era la tierra del Caquetá y del Putumayo. El mito “de la tierra prometida”, resultó una gran desilusión. El “paraíso verde” concluyó en un “infierno verde”

La ley del hacha

Ese territorio baldío y selvático debía ser ganado derribando la espesa e inhóspita foresta para transformarlo en tierra apta para la agricultura: la gran ilusión. Así el colono se encontró viviendo en la “otra Colombia”: situados al otro lado de la cordillera, estaban normalizados en la vigencia de la ley del hacha y el monte. Los colonos se descubrían como excluidos y marginados sociales, expulsados por la violencia o la pobreza en busca de un pedacito de tierra donde caerse muerto, y la colonización era percibida como el último refugio, como la última tabla de salvación.

Colonización espontánea y colonización dirigida

Ambas colonizaciones se daban al mismo tiempo en el Caquetá. Estaban en auge el modelo de finca ganadera tipo Larandia y el INCORA con experimentos en cultivos de arroz, maíz, caña de azúcar, palma africana, caucho, ganadería... El modelo de producción andino e interandino fue transferido a la Amazonía sin que el INCORA y las Agencias del Estado lograran ofrecer al colono un modelo válido y sostenible de parcela.

Desde entonces la colonización del Caquetá y del Putumayo se perfilaba como una zona de conflictos. Varios factores interrelacionados estaban propiciando la formación de un “caldo de cultivo”, un clima favorable para la violencia. En el subconsciente el colono se preguntaba: "¿Hacia dónde va la colonización? ¿Cuál futuro me espera?" Preguntas que hoy siguen siendo actuales para la Amazonía.

La religiosidad

El colono aún olvidado por el Estado y su gobierno de turno y en la lucha por sobrevivir, ha encontrado un apoyo y un punto de referencia en el acompañamiento del Misionero de la Consolata. La llegada del Padre para la celebración de los sacramentos era por otra parte un motivo y también un intento de consolidar la “colcha de retazos culturales” los cuales encontraban por lo general un motivo de identidad en su tradición católica. Con frecuencia se hacía presente también el Obispo, mons. Ángel Cuniberti, el cual además de las confirmaciones se hacía vocero delante del gobierno regional y nacional acerca de las necesidades de los colonos, sobre todo en educación, salud, apertura de caminos, mercadeo, etc. Las celebraciones y reuniones religiosas ayudaban a estrechar lazos de amistad y vecindad a través de la fiesta y hasta del padrinazgo.

En conclusión la colonización ha sido y es violenta por sus dinámicas intrínsecas: por el enfrentamiento del colono con la naturaleza; por la exigencia de una adaptación biológica, social y económica; por la respuesta imprevisible de la naturaleza (inundaciones, sequías y pestes) y por las frustraciones sufridas. Estas dinámicas unidas a la ausencia del estado, la ausencia de políticas ambientales, sociales y culturales para la Amazonía, la baja gobernabilidad por la ocupación desordenada del territorio.

La colonización ha dejado una población dispersa, social y culturalmente desintegrada, una degradación ambiental, una crisis de identidad cultural, a la vez que valores humanos, éticos y morales resquebrajados.

Para el colono queda el gran reto de la formación de la sociedad civil y de una identidad regional amazónica.



MONTE DE AYER, MONTE DE HOY.

La selva amazónica colombiana.


En la época de la Violencia muchos buscaron el sur de Colombia, en

especial la Amazonía, con el fin de apartarse de la muerte.

De todas las regiones llegaban “colonizadores”. Algunos buscaban salvar su vida y la de su familia y otros con la quimera de ocultar su pasado en medio de la selva.

El “sueño de la Amazonía” impulsado por el gobierno represento la magnificación de un engaño, el cual generó un desastre ecológico de gran dimensión.

Las palabras “caucho”, “pieles” y “madera” constituyeron la riqueza durante un cierto período de tiempo, después llego la ganadería; sin embargo, el mito de una “tierra fértil” resulto ser una farsa, pues las vacas, con sus cascos, empezaron a develar la tierra ácida y roja; de modo que hablar de tierra fértil en el Amazonas es hablar de “tierra árida”. Los únicos cultivos posibles eran los del caucho y del cacao, estos nacían de forma espontánea, expandiéndose por la región amazónica.

Por último llego la coca. Generando un desastre no sólo local, sino también nacional e internacional.

¿Será posible devolver a esta región colombiana algo de vida?

Hoy, la violencia, como en el pasado, desplaza a la población a otra selva, es decir la selva de cemento –la gran ciudad-; donde las esperanzas no existen, la comida y el trabajo escasean.

Allí no sólo llegan las víctimas de la violencia, sino también los violentos; los primeros llegan con el afán de escapar de estos; los otros llegan con el afán de camuflarse en la jungla urbana.

Entre calles y casas los desplazados desparecen, nadie los ve, no traen esperanzas, el gobierno no les ofrece grandes proyectos. ¿Podrán rehacer su vida? Sólo hay para ellos tristes monumentos, como los que se encuentran en los pueblos del Caquetá o el Putumayo; donde hombres y mujeres, que llevan hachas y azadones al hombro y arrastran niños desnudos, simbolizan la llegada de fuerzas de trabajo inhumanas atestadas de miseria y violencia. Asimismo, en el centro de las plazas hay raíces de árboles cortados, cuyo significado manifiestan un recordatorio de lo que ya no existe y exalta el progreso destructor.

En nuestras ciudades, donde los campesinos desarraigados han dejado de ser hombres del campo, y no poseen el derecho a la ciudad; se vuelven seres vivientes de los semáforos que llevan consigo una pancarta, escrita con pésima letra y redacción, como señal de asistencia. Pues, esto genera disgusto por parte de los transeúntes, ya que esto refleja una falta de política pública efectiva y eficaz con relación al desplazamiento forzado y la pobreza de sectores vulnerables.

La Amazonía se muere por acciones irresponsable, sus habitantes desplazados forjan en las ciudades cinturones de miseria, sin que nadie haga algo o diga algo. La Amazonía colombiana se muere, sus habitantes desparecen con sus tradiciones.

El monte amazónico de ayer, cueva de caucheros y explotadores de recursos; el monte amazónico de hoy, cueva de narcotráfico y violencia guerrillera y paramilitar: debe recuperar su paz y equilibrio natural, la vida debe volver ¿conseguiremos sacarla de este callejón?

GFT

De la Actualidad

Orden de la Democracia - Simón Bolívar a la Fundación para la Reconciliación

El pasado 30 de Noviembre 2007, el Congreso de la República de Colombia, confirió a la Fundación para la Reconciliación, la ORDEN DE LA DEMOCRACIA SIMÓN BOLÍVAR por sus aportes a la paz y a la reconciliación de los colombianos. En sobria ceremonia acompañada por la banda de música de la Policía Nacional, en el Capitolio Nacional, la Congresista Sandra Ceballos y el Gran Maestre de la Orden de la Democracia, Oscar Arboleda Palacio entregaron la medalla y el certificado oficial al Padre Leonel Narváez, IMC, fundador y promotor de esta organización. En su discurso la congresista resaltó la importancia del trabajo de la Fundación para la Reconciliación y la urgencia del perdón y de la reconciliación como el camino más cierto para la paz sostenible en Colombia y en el mundo.

Por su parte el P. Leonel Narváez, le agradeció al Congreso de la República este reconocimiento tan honroso y subrayó que ello implica un compromiso mayor para buscar caminos que aceleren la reconciliación de los colombianos. Citando a la famosa politóloga Hannah Arendt, insistió que el perdón no es solamente un poderoso recurso religioso sino también una virtud intrínsecamente política, y así lo confirmó: “el premio Nobel de Paz, Desmond Tutu anda gritando por el mundo que sin perdón no hay futuro”.

La Fundación para la Reconciliación había recibido ya la Mención de Honor PREMIO UNESCO EDUCACION PARA LA PAZ 2006. El producto principal de la Fundación para la Reconciliación son las ESPERE, acrónimo de las Escuelas de Perdón y Reconciliación, hoy presentes en 45 ciudades y municipios de Colombia, además en 10 países de los continentes de América y África.

Ante los medios de comunicación de los Misioneros de La Consolata en el mundo el P. Leonel Narváez, ha dicho:

“El perdón y la reconciliación son elementos centrales del Evangelio de Jesús. Ante la creciente violencia en el mundo, su mensaje adquiere valor supremo. ¡Jesús se convierte en persona indispensable para la humanidad! Trabajar por el evangelio es trabajar por la reconciliación. La reconciliación es tal vez una de las expresiones mas refinadas de la Consolación. Ser discípulo de Jesús es ser expertos de reconciliación. Seguiremos anunciando que contra la irracionalidad de la violencia es necesario proponer la irracionalidad de la reconciliación”.

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LOS DESAFÍOS MISIONEROS DEL VICARIATO APOSTÓLICO DE SAN VICENTE Y PUERTO LEGUÍZAMO

Durante el proceso de elaboración del Plan Integral de Evangelización del Vicariato (2005 – 2006) y después de muchos análisis sobre la realidad de la Iglesia, llegamos a la conclusión que el problema fundamental consistía en un “déficit evangelizador”, es decir que a la hora de sumar todo, nos quedábamos cortos en lo que es la misión propia de la Iglesia: Evangelizar. O mejor, si evangelizamos pero no se dan los resultados y por eso estamos en déficit.

Por: P. Benjamín Martínez, Consejero Provincial, IMC

Queremos lanzar algunos desafíos, que no son nuevos para la misión de la Iglesia del Vicariato. En todas las épocas se intentaron respuestas, unas sirvieron y otras no, muchos y grandes han sido los esfuerzos de los misioneros y misioneras; ¡cuánto amor, cuánto trabajo, cuánta vida y con tanta fe se ha evangelizado, pero sin desconocer todo esto, en el hoy del Vicariato los retos nos exigen unas respuestas que nazcan del mismo amor y de la fe en Dios, que sean creativas y audaces, desde un espíritu de cuerpo, es decir un proyecto común y centradas en lo que Aparecida llama “el discipulado”, Acompañar las personas y comunidades para Formar seguidores de Jesucristo al servicio de la vida.

El desafío de Acompañar procesos de Fe en grupos o pequeñas comunidades: En la mayoría de encuentros zonales del Vicariato cuestionamos que las catequesis de iniciación cristiana no están dando los resultados esperados, siguen siendo momentos de gracia, pero de ahí en adelante no se genera ningún discipulado. Niños y niñas, jóvenes y adultos con sacramentos pero sin sentido de pertenencia con la Iglesia. Aquí la audacia y creatividad debe llevarnos a ir formando verdaderas escuelas de formación en la Fe, como signo alternativo a lo que siempre hemos hecho. Cuando cambiamos de método y compartimos con la gente la vida y la palabra, se forman pequeñas comunidades en donde las personas viven y expresan su Fe de manera comprometida con la comunidad. Puede ser un grupo de oración, un grupo de pastoral social parroquial (coppas), un grupo de pastoral familiar, los catequistas, una comunidad juvenil, círculo de lectores o infancia misionera, esto en los ámbitos urbanos y rurales. Lo importante es el acompañamiento, la formación y el seguimiento con un pequeño plan de vida. En estos espacios se formarán los verdaderos discípulos de Cristo.

  1. El desafío de la comunión y participación de las y los laicos:

Tenemos cantidad de gente buena y con capacidad de trabajar por la evangelización, pero si no les abrimos espacios de participación seguiremos con las lamentaciones de siempre: los curas, religiosas y algunos catequistas quejándose de la no participación de la gente y la gente convencida de que la Iglesia la tienen que sacar adelante los curas, las monjas y sus amigos. En cambio donde se logra crear un consejo pastoral parroquial las cosas cambian, aunque sea un grupo pequeño de personas, estas se apropian de la Iglesia y hacen que esta camine en medio de las dificultades. Preguntémonos si vale la pena sostener parroquias donde el pobre cura reza, canta, toca las campanas, y reparte los mercados etc. Con paciencia y cariño a la gente se le va implicando y de esto tenemos bonitos ejemplos en el Vicariato. Llaman la atención las animadoras de la Pastoral de la Primera Infancia, el grupo de mujeres, algunos grupos de catequistas, los grupos de jóvenes, las señoras y señores que son fieles en las parroquias, a ellos y ellas hay que darles el estatus de miembros activos de la Iglesia con voz y voto en el consejo y los diferentes grupos, y que no sean solamente los colaboradores silenciosos y obedientes.

  1. El desafío de promover la familia, santuario de la vida

Sin duda alguna la familia como espacio sagrado de protección y crecimiento de las personas, atraviesa por una fuerte crisis, esto ha sido el resultado de una historia en donde progresivamente se fueron perdiendo valores tradicionales positivos y no se aprendieron otros que sostienen la unidad y el respeto en el núcleo familiar. La ilegalidad, la agresividad y la irresponsabilidad de los adultos como forma de vida han provocado un deterioro ético y cultural. Niños y niñas crecen sin la figura paterna y peor aún con una figura paterna agresiva e irresponsable; mujeres abandonadas con sus hijos e hijas que pasan por diferentes relaciones con el peligro del abuso sexual de padrastros contra las menores de edad; el reclutamiento de menores por parte de la guerrilla es un drama que destruye la vida de las familias; niñas y niños abandonados, huérfanos por la violencia; la pobreza y las condiciones de miseria en que muchas familias están viviendo hace muy delicado el tema de promover y educar para la vida de familia.

La pastoral familiar deberá tener un lugar privilegiado en los planes de evangelización de las comunidades. Promover la experiencia de la Iglesia doméstica en las familias con un cierto grado de estabilidad y unión; formación para las parejas de hecho o en matrimonio; acompañamiento a las parejas de novios y el llamado explícito al compromiso matrimonial sacramental con un adecuado acompañamiento y formación. Otro aspecto fundamental de la pastoral familiar será el de articular un plan de trabajo con la pastoral de la primera infancia de la Iglesia nacional, el Bienestar Familiar y las Comisarías de Familia de los municipios y con todas las instituciones educativas interesadas en desarrollar programas de formación y defensa de los derechos de los niños y las niñas de las mujeres cabeza de hogar. Un trabajo especial y personalizado con los hombres para que asuman y vivan con responsabilidad y dignidad su paternidad.

  1. El desafío de la Misión en defensa de la promoción de la vida y una cultura de paz:

Uno de los horrores, de nuestra realidad, que más golpea, causa indignación y taladra el corazón, es la condena a muerte y la ejecución de la misma con crueldad a las personas (niños, niñas, mujeres y hombres) en absoluto estado de indefensión. Si un adulto va a un grupo armado ilegal por su propia voluntad o pertenece a las fuerzas regulares del estado y entra en el conflicto, es conciente y sabe a que se enfrenta y que riesgos corre, pero nuestro conflicto armado se ha degradado a tal punto que se han asesinado, y se siguen asesinando personas para generar terror e imponer el poder con las armas.

La vida humana es una pieza para utilizar y destruir sin remordimiento alguno, todo eso justificado por obtener la victoria en la guerra. En el derecho internacional humanitario se habla de un “límite” que los actores armados no pueden traspasar pero en nuestro caso se han violado todos. (Secuestros, masacres, bombardeos indiscriminados, reclutamiento de menores, tortura, desapariciones forzadas, desplazamiento forzado, minas antipersona etc). Esta es la tragedia que causa el conflicto armado y la violencia política, pero qué decir de todas las otras formas de violencia: abuso sexual de menores, maltrato físico y psicológico contra las mujeres, maltrato de los padres contra los hijos, el aborto obligado o voluntario, abandono de los ancianos, casos de desnutrición e inanición por física hambre, entre otras.

Otra amenaza de la que hoy se habla con más vehemencia es la violencia y destrucción del eco-sistema. Desafortunadamente los programas educativos y de protección aun no se hacen sentir. La destrucción de la selva sigue galopante con todas sus consecuencias: exterminio de especies vegetales y animales, calentamiento, aridez y reducción drástica de las fuentes hídricas.

Atentar contra la vida también es el abandono y marginación de las comunidades por parte del Estado. No hay planes de desarrollo sostenible y la implementación de programas sociales aún es muy limitada frente a la problemática económica de la región.

Aquí, como Iglesia del Vicariato tendremos que aunar y unificar los esfuerzos de intervención en las comunidades. Tanto en los centros urbanos como en las zonas rurales hay grupos de personas que en torno a alguna problemática se asocian e intentan construir una alternativa de desarrollo, de educación y de mejoramiento de la calidad de vida, estos espacios deben ser objeto de conocimiento y de acompañamiento por parte de la Iglesia, tenemos la posibilidad de ofrecer formación ética para que la búsqueda del bienestar comunitario tenga como base la construcción de la comunidad, la reconciliación, la armonía con el eco-sistema y una cultura de la convivencia y la paz.

La caridad y el amor, en medio de esta realidad, se expresan en experiencias de solidaridad y en la defensa y promoción de los derechos humanos y el trabajo por la justicia y la paz. Este trabajo tendrá un mayor impacto en la medida en que se articule con las instituciones nacionales e internacionales empeñadas en colaborar en la superación de estas problemáticas.

El acompañamiento y formación que hagamos tendrá que llevar a un cambio de mentalidad y a una sanación interior del corazón, hay mucho odio y resentimiento, hay muchos traumas que no dejan caminar a la gente. Educar y formar para una cultura de la paz, en donde se hagan experiencias de sanación y reconciliación, sin ello, el espiral de la violencia continua.

La evangelización en el Vicariato deberá tomar en serio el tema de la defensa y protección de la Amazonía, estamos llamados a hacer una lectura y reflexión profunda acerca de nuestra misión en este contexto. Al respecto, en el mundo de hoy, se ha generado un movimiento que está advirtiendo de la urgente necesidad de frenar el calentamiento global para evitar la destrucción de la vida. Nuestra Amazonía es uno de esos santuarios de vida que el poder económico inhumano quiere poseer y destruir, por lo tanto no podemos hacer caso omiso al grito de la madre tierra por su salvación y la nuestra.

  1. El desafío del reconocimiento y apoyo a las comunidades indígenas

El Vicariato sirve a una gran diversidad de comunidades indígenas que han salido al escenario público y han emprendido caminos de resistencia y lucha por conservar lo propio, su cultura y su territorio. Durante estos años de pastoral indígena, hemos visto una progresiva toma de conciencia acerca de la situación de estos pueblos y de la necesidad de cualificar su acompañamiento pastoral. Ponerse en el camino junto a los pueblos indígenas es la metodología a seguir, haciendo camino con ellos, se entenderá mejor y se actuará adecuadamente en la misión de la Iglesia. No podemos planear para las comunidades indígenas, tenemos que planear con ellas y entrar a fortalecer la organización indígena, la educación para asumir el plan de vida de las comunidades y no para expulsar los que se educan, para la inculturación del evangelio y en el caso concreto de los pueblos amazónicos la integración de los mismos para un proyecto de vida común en la Amazonía. La Iglesia está llamada a propiciar y fomentar el diálogo interreligioso entre los pueblos, ayudar a descubrir los grandes valores culturales y espirituales de las comunidades indígenas. De esta manera podría pensar en tener rostro propio, con vocaciones locales identificadas con su cultura y dispuestas a servir la causa del Reino de Dios.

El reto mayor de la misión de la Iglesia en el Vicariato será el de mantener unidad de criterios en torno a una visión común y el de focalizar los esfuerzos de las y los evangelizadores, los recursos y las estructuras en el acompañamiento y formación de las personas, para que sean evangelizadores. Fortalecer el sentido de pertenencia y la identidad de las comunidades para que vayamos construyendo una Iglesia propia, con más autonomía y auto sostenibilidad económica, esto le irá dando la identidad de ser una verdadera Iglesia Local.

LA IMAGEN DEL AMOR

Por: Mons. Luís Augusto Castro, Presidente de La Conferencia Episcopal de Colombia

<<Él es la imagen del Dios que no se puede ver, el primogénito de toda la creación, ya que en él fueron hechas todas las cosas (Col 1,15)>>

Le preguntaron a Chepe:

-¿Quién fue el primero que dirigió tus pasos sobre la vía de la divina presencia?

- “Un perro. Un día vi a un perro a la orilla del lago y moría de sed. Cuando miraba el agua veía su propia imagen pero él creía que fuese otro perro y salía corriendo asustado sin haber bebido. Finalmente, fue tal la sed que no pudo más y se lanzó al agua. El otro perro desapareció. El obstáculo entre él y el deseo de beber agua era el mismo. Así me aconteció a mí. El obstáculo entre mi ser y Dios era yo mismo. Era mi yo el que me impedía lanzarme en el agua vivificante del amor de Dios”.

¿Te das cuenta? Y tú sigues pensando que es culpa de Dios, que no te quiere. ¿Acaso Dios amenaza como un perro furioso?

El obstáculo para acercarte más a Dios eres tú mismo. Te has hecho una imagen de Dios que te causa temor, que te da miedo. Pero es la imagen que tú te has inventado, no el verdadero reflejo de Dios.

No creas que eres el único que se enreda en esas dificultades. A mí también me pasó lo mismo. Mejor dicho, así le acontece a todo el mundo.

Dios lo sabía muy bien. Sabía que lo pintábamos bien feo y después nos asustábamos.

Pero entonces, el nos salió adelante. Antes de que lo deformáramos nos ofreció su propia imagen para que la pudiéramos ver, para que la pudiéramos contemplar, para que la pudiéramos tocar y la pudiéramos oír. La imagen de Dios se llama Jesús.

¿Y qué nos manifiesta esa imagen? ¿Cómo nos hace ver a Dios esa imagen de Él que se llama Jesús?

Dios por medio de Jesús nos hace conocer su corazón, el corazón de un padre lleno de amor por sus hijos.

Cuando quieras mirar a Dios y darte cuenta de cómo realmente es, mira a Jesús y entenderás de verdad pues Padre e Hijo son uno solo. Con razón cuando Felipe le dijo a Jesús que le mostrara al Padre, Jesús le respondió:

“Felipe, ¿tanto tiempo has estado conmigo y aún no me conoces? El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 7,19)

Te invito a dirigir tu mirada a Jesús.

¿Qué tienes, una mirada más bien incrédula? No importa. Jesús puede reforzar tu fe como la de aquel hombre que sinceramente le decía a Jesús: <> (Mc 9,24)

¿Tienes la mirada del pecador? Magnífico. Jesús se presentaba siempre y sigue presentándose como el amigo de los pecadores. Jesús decía: <>. (Jn 9,39)

De la Juventud

La vitalidad y los sueños de la juventud son los forjadores de importantes cambios en cualquier lugar del mundo y la historia de la humanidad está llena de narraciones sorprendentes sobre ello. Colombia no ha sido la excepción y por eso aquí hablaremos de un significativo legado que otros jóvenes dejaron a generaciones futuras pese a la falta de oportunidades y a la soledad en su propia patria

ASOPRICOR: UN LEGADO A LAS NUEVAS GENERACIONES PARA TRABAJAR EN PRO DE LA COMUNIDAD

Por: Yaneth Valero, socióloga

ASOPRICOR (Asociación para la Promoción ­Integral de Comunidades rurales) es una asociación sin ánimo de lucro que desarrolla su trabajo de promoción de comunidades rurales en los municipios de Tocaima, Jerusalén, Agua de Dios, Viotá, La Mesa. Municipios que pertenecen a las regiones del Alto Magdalena y Tequendama en el departamento de Cundinamarca.

La historia de Asopricor, se remonta a 1978 cuando en respuesta a grandes problemáticas que aquejaban a la región del Alto Magdalena, diferentes jóvenes se unieron al proyecto PRICOR (Promoción integral de Comunidades Rurales) impulsado por sacerdotes como Antonio Bonanomi y Salvador Mura entre otros, miembros de los Misioneros de La Consolata.

Este proceso logró convocar un gran número de jóvenes que se empiezan a cuestionar por los problemas de su región y a impulsar la organización comunitaria como alternativa y búsqueda de soluciones a estos inconvenientes. Este trabajo conjunto ente la Iglesia (Instituto de La Consolata) y los jóvenes de diferentes municipios se desarrolló por casi cinco años y consistía principalmente en la formación no de líderes sino de animadores comunitarios para que alentaran a la comunidad a trabajar por su bien común.

Cinco años más tarde, se produce una ruptura con la Iglesia. La salida de los párrocos de la Consolata de estos municipios y las diferencias con los nuevos sacerdotes diocesanos, quienes no comprendieron la importancia del proyecto, generó diferentes inconvenientes que finalmente llevaron a la ruptura entre la Iglesia y este grupo juvenil que se había gestado.

No obstante estos hechos, algunos de estos jóvenes de diferentes municipios de las regiones de Alto Magdalena y Tequendama, se conformaron como asociación logrando su personería jurídica en los primeros años de los ochenta. Desde entonces Pricor se convierte en Asopricor, conservando mucho de lo que los caracterizaba como Pricor: su creencia cristiana y el compromiso de seguir trabajando por sus comunidades.

Continuaron con los diferentes procesos sociales, comunitarios y económicos encaminados al fortalecimiento de comunidades en aspectos como unidad, creación de proyectos productivos no lucrativos y de servicio a la comunidad, donde la comunidad pueda comercializar y encontrar los productos que necesite para suplir sus necesidades alimenticias básicas.

Asopricor también desarrolló procesos de alfabetización en varias de las veredas, la organización de fiestas del campesino, encuentros regionales comunitarios de las regiones de Alto Magdalena y Tequendama, desde donde se impulsan actividades como mercados campesinos, foros de discusión, campañas por la paz, campañas en defensa de la vida y el ambiente entre otros. Actividades que han venido desarrollando por más de 25 años y cuyo principal objetivo es fundamentalmente brindar un buen servicio a las comunidades.

El trabajo de los socios de Asopricor tiene reconocimiento por parte de diversas comunidades de diferentes municipios, de las regiones del Alto Magdalena y Tequendama.

Heredando su legado

Asopricor ha sido consciente de la importancia de heredar su legado a otras generaciones para que su trabajo sea prolongado y re-proyectado hacia el futuro. De esta forma, a partir de 1991 ha propiciado el encuentro de los hijos de los socios una o dos veces por año para que tengan un espacio de reconocimiento, pero también para que conozcan acerca de Asopricor, sus expectativas y sus metas y de esta forma prolongar el sueño que se ha forjado desde treinta años atrás.

En estos encuentros los niños y los jóvenes, hijos de socios, han tenido la oportunidad de participar de talleres de economía solidaria, artes plásticas, artes escénicas, contabilidad, geografía entre otras. También han podido conocer otros procesos comunitarios en diversas regiones del país entre los que se destaca el proyecto indígena Nasa en el norte del Cauca con el que existe una enorme cercanía.

No obstante este esfuerzo, muchos de los jóvenes han tenido que salir de estas regiones en busca de mejores oportunidades laborales y educativas, lo que ha dificultado al proyecto incluir a sus nuevas generaciones en el trabajo de Asopricor.

Sin embargo, perseveramos en este objetivo. Actualmente Asopricor se ha propuesto incluir jóvenes de diferentes municipios de las regiones del Alto Magdalena y Tequendama para sembrar en ellos el espíritu del amor y del compromiso por la comunidad que hace treinta años fue creada para ellos y que les ha permitido continuar juntos con el firme propósito de trabajar por sus comunidades, a pesar de las muchas adversidades que se les han presentado.

El reto actual es convocar a muchos jóvenes para poder construir un movimiento juvenil que comparta un sueño colectivo en busca de un mejor mañana para nuestras comunidades y regiones. Sabemos que somos los jóvenes quienes debemos retomar esta bandera, este legado de nuestros padres y abuelos, es el compromiso generacional, el futuro que debemos edificar para quienes vendrán después.

UNA EXPERIENCIA QUE HA DEJADO HUELLA

Por: Salvador Mura, IMC

Tocaima 1979. Llegamos de Italia los cinco integrantes del equipo misionero para empezar una nueva experiencia en la diócesis de Girardot junto con otras nueve parroquias que conformaban la zona: el proyecto pastoral se llamaba PRICOR (Promoción Integral en Comunidades Rurales). Había empezado antes que nosotros llegáramos con la misión de ir vereda por vereda y conformar así un grupo de animadores para la comunidad, quienes se preocuparían, además de la evangelización, del proceso material de las comunidades veredales, de acuerdo a las recomendaciones de los Obispos de América del Norte quienes financiaban el proyecto.

Llegamos una tarde, cuando estaban reunidos los representantes de los pueblos y veredas de Tocaima, Jerusalén, Guataquí y Nariño, parroquias confiadas a los misioneros de la Consolata desde hacía 30 años. El equipo de sacerdotes, religiosas y laicos dejamos las maletas en un rincón y nos sentamos para oír y conocer mejor PRICOR y sus proyecciones. Con el tiempo nos dimos cuenta de la necesidad de darle un sentido eminentemente evangelizador. Un pueblo evangelizado será el que decide lo que hay que hacer en la comunidad y no lo que les es impuesto desde afuera.

Así el proyecto PRICOR tomó un rumbo propio y eso dio lugar al verdadero progreso integral de cada uno de los pueblos y veredas. Nos preocupamos sobretodo de la formación de los animadores de las veredas (60 en todas las parroquias de Tocaima). El padre Antonio Bonanomi quedó encargado de la juventud y en particular de los animadores que pronto llegaron a superar los 300 con quienes se realizaban encuentros mensuales, convivencias y asesorías por parte de los padres de cada una de las parroquias.

Siguiendo una experiencia conocida por el padre Antonio y Vicente en Choruteca (Honduras) se formaron los animadores de las diversas veredas para dar respuesta a las necesidades así: delegados de la Palabra, animadores de la Liturgia, del deporte, de la cultura, servicio a los enfermos, a los pobres, catequistas de los niños de primera comunión, confirmación, preparación de padres y padrinos de los bautizados.

Estos a su vez se organizaron para cubrir necesidades materiales como la construcción de carreteras para unir las veredas de los municipios, puentes, escuelas, puestos de salud, capillas, etc. De esta manera se creció tan rápido y fue tan provechoso para las comunidades que se superó las expectativas.

Los animadores se distribuían para ayudar a los padres en Tocaima, Jerusalén, Guataquí y Nariño pues ellos estaban al servicio de la comunidad de tiempo completo para organizarlas continuamente.

Los jóvenes por su parte, se organizaron para construir canchas deportivas incluso en las montañas, con campeonatos inter veredales y trabajos comunitarios.

Y aunque se construyeron 37 kilómetros de carretera a pica y pala, y puentes para superar las dificultades del terreno, sobretodo se formó entre jóvenes y adultos verdaderas comunidades de vida Cristiana. Se veía a menudo a los servidores de los enfermos correr hasta los hospitales del pueblo con pacientes en camillas improvisadas para que los viera un médico. Otro ejemplo maravilloso fue durante la sequía de 1980, que duró año y medio; la hambruna fue espantosa pero los campesinos de las veredas de las montañas ayudaron a mitigarla enviando yuca, plátano, papas y otros productos del campo; se unió el municipio de Viotá y otra parroquia del proyecto que enviaron camionetas cargadas de víveres.

¿Qué quedó de todo esto?

Nosotros los Misioneros de La Consolata, dejamos la pastoral y el pueblo al clero diocesano hace más de 20 años, pero un grupo de familias de los antiguos animadores, que se formaron en esta comunidad cristiana campesina, viven y trabajan comunitariamente siguiendo las enseñanzas del Evangelio. Todo esto me hace feliz pues el esfuerzo de tanto tiempo no ha sido en vano y se produjo el fruto esperado: una nueva manera de vivir en comunidad, la luz de la fe, recibida en el bautismo.